martes, 3 de abril de 2012

¿ Que hay en comùn entre el corazòn y el diablo?

Los dos son engañadores y perversos.
Mientras que Jesús habla del corazón como fuente de malos pensamientos: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.”  Pablo trata a las obras de la carne como los pensamientos del corazón: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías...
Por lo tanto, corazón y carne son lo mismo.
Las obras de la carne y los pensamientos del corazón dan lo mismo.
Podemos decir que los nacidos de la carne y los nacidos del corazón son lo mismo.
Los nacidos del corazón fueron generados en la emoción de la misma forma que los nacidos de la carne fueron generados por los sentimientos.
Le gusta aparecer, le gustan los elogios, los reconocimientos y alabanzas.
Los nacidos de la carne son pura emoción.
En la iglesia se sienten bien, pero afuera de ella se sienten fríos.
Viven de lo que sienten o dejan de sentir. Por eso, no logran vencerse a sí mismos y mucho menos al mundo.
Fueron engañados por la fe venida del corazón. El tiempo acaba mostrando sus frustraciones.
Lo que guía su fe son los sentimientos y no la Biblia.
Su fe nació en el corazón y fue abrigada por los sentimientos. Ella se crió allá y continúa alimentándose.
El consejo emotivo, la música emotiva, la reunión emotiva, las alabanzas regadas de emociones, en fin, su fe es puro fruto de los sentimientos.
Sólo espuma. Nunca está apta para obedecer la Palabra de Dios, enfrentar las aflicciones, las tribulaciones y las pruebas de los desiertos.
Ese tipo de fe no tiene coraje para sostener la espada y defenderla. Más bien defiende a la denominación, al pastor, pero nunca a su creencia.
Su cobardía acepta cualquier cosa. Menos luchar. Acepta hasta la sociedad con el mal, sólo para no tener que confrontarlo.


Mientras tanto, contrariando las sensaciones de la fe religiosa, surge la fe inteligente. Fe que piensa, pesa, medita y evalúa.
Esta fe cree que Dios no puede mentir ni revocar lo que prometió. Que Él hará exactamente como prometió.
Tal calidad de fe no se fija en las circunstancias, no mira para atrás, ni tampoco a los costados. Siempre va adelante, cueste lo que cueste.

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